El ballet nace
como un espectáculo que englobaba pintura, poesía, música y danza. Tenía
lugar en las cortes italianas del renacimiento, principalmente para
banquetes y bailes. La actuación se basaba en las danzas sociales de la
época. Hacia mediados del siglo XV, cuando el renacimiento se expandía
en toda Europa, los ballets cortesanos italianos fueron ampliamente
desarrollados en Francia. El Ballet cómico de la reina, primer ballet
del que sobrevive una partitura completa, fue creado por Balthazar de
Beajoyeaux, y fue bailado por aristócratas aficionados.
El escenario se
empleó por primera vez en Francia a mediados del siglo XVII. El ballet
de corte alcanza su cumbre durante el reinado de Luis XIV, entre
1643-1715, cuando se funda la Academic Royale de Danse abriendo así el
camino hacia la danza profesional. El ballet clásico, como se le llama a
este estilo de danza, no permaneció mucho tiempo en las cortes, pues
cada vez requirió de un mayor entrenamiento para ejecutarlo.
Así fue como esta
disciplina se convirtió en arte y en un espectáculo teatral que era
interpretado por gente que dedicaba su vida a entrenarse para ejercer la
nueva profesión de bailar, y que había que ir a ver al teatro, donde se
contaba una historia, un cuento a través del baile, enmarcado por la
música, la actuación, el vestuario y los decorados.
El ballet, en su
búsqueda por la belleza de los movimientos acabó por hacer a los
bailarines verse como seres que casi lograban volar cuando bailaban. Así
que las bailarinas comenzaron a bailar sobre las puntas de los dedos de
sus pies, gracias a la invención de unos zapatos con punta dura
llamados zapatillas de punta, que las hacían parecer más delicadas,
ligeras y ágiles, como plumas flotando en el aire, personas sin peso.
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